sábado, 29 de agosto de 2015

Historia de Roma, de Indro Montanelli

Mirando las cosas desde arriba y tratando de darles una explicación, puede decirse que Roma nació con una misión, la cumplió y con ella acabó. Esa misión fue la de reunir las civilizaciones que la habían precedido, la griega, la oriental, la egipcia, la cartaginesa, fusionándolas y difundiéndolas en toda Europa y la cuenca del Mediterráneo. No inventó gran cosa en Filosofía, ni en Artes, ni en Ciencias. Pero señaló los caminos a su circulación, creó ejércitos para defenderlas, un formidable complejo de leyes para garantizar su desarrollo dentro de un orden, y una lengua para hacerlas universales.


Hace años leí la Historia de los griegos del mismo autor,  y quedé entusiasmado por la frescura del retrato, el sentido del humor y la viveza de la acción. Un libro cortísimo, pero que se devora en muy poco tiempo. Poco después encontré esta Historia de Roma, que esribió antes que la de los griegos y que fue famosísima en su país de origen. 

Es interesante conocer algo acerca de Montanelli, de su vida intensa, de su forma de entender el periodismo y de su independencia intelectual. Lo recomiendo para entender mejor al personaje que nos escribe. Se lee como se escucha a un interlocutor entusiasmado, inteligente, divertido y que habla teniendo muy presente al que escucha.

Al tratarse de una historia de Roma escrita por un italiano, hay una clara identificación con ella como una empresa propia. Más claramente cuanto más avanzamos hacia la final decadencia del imperio. El libro, que es muy atractivo de leer, nos traslada no sólo al escenario y a los hechos pasados, sino al espíritu de la época. Revivimos la aventura del primer gran imperio europeo, aunando los elementos de la historia clásica con la descripción viva del día a día.


CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=263316

lunes, 27 de julio de 2015

Hombres buenos, de Arturo Pérez-Reverte

Suenan risas corteses y comentarios sazonados de ingenio. Alguien introduce el nombre de Lavoisier, menciona el aire vital y el aire ázote, y la conversación sigue por ahí. Sentado en el corro de sillas y sillones puestos de cualquier manera sobre una magnífica alfombra turca, vestido de muy correcto oscuro, don Hermógenes Molina, cuyo francés no es lo bastante bueno, asiente con sonrisa bondadosa cada vez que no entiende algo. Junto al bibliotecario, don Pedro Zárate, frac azul con botones de acero y calzón blanco de nanquín, se mantiene un poco aparte en su silla, algo envarado, más observador del ambiente y personajes que atento a la charla.



No soy un juez objetivo; me gustan las novelas de Pérez-Reverte, sus personajes y los mundos en los que se mueven (algunos más que otros, y hay alguna novela que he dejado pasar). En esta parece ofrecer a sus lectores clásicos los elementos que han hecho la biblografía de Pérez-Reverte atractiva a tantos: aventura, libros y cultura, viajes, una mirada mordaz a los tipos hispanos y un estilo rápido, inteligente y divertido.

En esta ocasión, y como novedad, encontramos además un retrato-defensa-exposición de la Academia a la que pertenece, y un juego narrativo (distinto al de El club Dumas) que se parece mucho a una visita medio ficticia, rápida y guiada por la tramoya de una novela. Uno de los puntos fuertes de la novela es la pericia del autor para destilar su erudición y su amplio trabajo de documentación de modo que, no solo no abruma al lector, sino que aumenta su disfrute de la historia.
Como muchas de sus novelas (especialmente de las primeras) es difícil de dejar de leer.

No comparto con Pérez-Reverte su fatalismo en cuanto al progreso de los pueblos (y el español en concreto). Es por ello que, aunque el autor no se identifique con la visión de don Hermógenes Molina (me parece que el autor se viste más de Pedro Zárate que de su compañero), hubiera sido justo permitirle al primero hablar más y completar algunos de sus balbuceos. La pareja hubiera ganado en solidez.










viernes, 10 de julio de 2015

Farenheit 451, por Ray Bradbury

—Bueno —le dijo ella por fin—, tengo diecisiete años y estoy loca. Mi tío dice que ambas cosas van siempre juntas. Cuando la gente te pregunta la edad, dice, contesta siempre: diecisiete años y loca. ¿Verdad que es muy agradable pasear a esta hora de la noche? Me gusta ver y oler las cosas, y, a veces, permanecer levantada toda la noche, andando, y ver la salida del sol.
   Volvieron a avanzar en silencio y, finalmente, ella dijo, con tono pensativo:
—¿Sabe? No me causa usted ningún temor.
   Él se sorprendió.
   —¿Por qué habría de causárselo?
   —Le ocurre a mucha gente. Temer a los bomberos, quiero decir. Pero, al fin y al cabo, usted no es más que un hombre…


Tengo un amigo al que le encanta la mezcla de ciencia ficción, futurismo y filosofía de Ray Bradbury. Es este último punto el que me disuadía de empezar a leer a este autor. Me lo imaginaba arduo.
Otro detalle del que habla el autor en la introducción aumentó mi temor: se trata de su primera novela. Sin embargo, el hecho de que tratara de un futuro en el que leer libros está prohibido, incitaba al mismo tiempo mi curiosidad. Igual que el detalle de cómo fue publicada por primera vez (también lo explica el autor en la introducción).
Aunque el estilo no es claro, el relato es atractivo, además de la reflexión que el libro plantea. La historia es interesante, y es suficientemente parca en descripciones como para que el lector pueda llenar con sus propios escenarios futuristas lo que no está escrito.
Uno de los puntos más interesantes del libro es reproducir una imaginación pasada acerca del futuro. Es aquí, en la constatación de los errores y aciertos de Bradbury, donde creo que surge una idea brillante: no es necesaria la represión física para el sometimiento de la población.
Próxima parada, Crónicas marcianas.


jueves, 2 de julio de 2015

Dr. No, by Ian Fleming

Now I’ve got some more news for you. There’s a job come up. In Jamaica. Personnel problem. Or that’s what it looks like. Routine investigation and report. The sunshine’ll do you good and you can practise your new guns on the turtles or whatever they have down there. You can do with a bit of holiday. Like to take it on?’

Bond thought: He’s got it in for me over the last job. Feels I let him down. Won’t trust me with anything tough. Wants to see. Oh well! He said: ‘Sounds rather like the soft life, sir. I’ve had almost too much of that lately. But if it’s got to be done … If you say so, sir …’

‘Yes,’ said M. ‘I say so.’


I was expecting this from the beginning. I had been attracted to the first 007 novels by the adventures I had enjoyed in the films -whether Connery, Brosnan or Craig's. But I was taken aback when I met the James Bond in Casino Royale. Don't misunderstand me, I did enjoy the first novels. It's just that they didn't portrait the hero, the mad villain, the hi tech secret base or the gadgets I had imagined I'd read about.

But in Dr No you've got all the exciting elements one would expect from the films. Once you get in touch with the myth (in the films) and then find it shattered (in the first novels) now everything seems to fall into place.

There is something else I's like to say -I recommend starting the series from the beginning or, if you just don't want to, pick From Russia with Love, which comes right before this one. It does deserve a post of its own, and I may write one one day.

Now, back to Dr No. There is an interesting game in connection with the character in the title. The reader needs to imagine and then rebuild their picture of the villain, since it is only little by little that we get to know him. A bit blurred at the end, by the way. One thing that kept me half smiling through all the hardships was the contrast between the initial setting and the way the plot develops. I think there is some interest in two of the secondary characters -Honeychile Rider and M. A bit of more detail on the two wouldn't have hurt.

It's a good summer read.

"JamesBondBeach3" by Banjoman1 - Own work. Licensed under Public Domain via Wikimedia Commons.








lunes, 29 de junio de 2015

El marciano, de Andy Weir

Sí, cada tormenta de arena me obliga a realizar la inevitable limpieza de placas solares, una tradición venerable entre los marcianos campechanos como yo. Me recuerda que crecí en Chicago y que tenía que sacar la nieve a paladas. Le reconozco el mérito a mi padre; nunca afirmó que forjaría mi carácter ni que me enseñaría el valor del trabajo duro.
—Los quitanieves son caros —decía—. Tú eres gratis.


Carambola improbable: un anuncio en YouTube sobre una próxima película de Ridley Scott y una rápida investigación en Internet me van llevando hasta que encuentro un concepto que me termina de atrapar: ciencia ficción.

No confundamos. El marciano no se parece a Star Wars o Star Trek, que están muy bien pero que son fantasía. Me refiero a la ciencia ficción como la explica Arthur C. Clarke en la introducción a Cánticos de la Tierra lejana. Ficción sobre hechos o posibilidades científicamente plausibles.

El género resulta atrayente al que le interese la ciencia y el progreso tecnológico, pero resulta difícil de digerir si la historia no seduce o si el estilo es farragoso.

Bueno, pues aquí tenemos un bombón para el lector curioso: un relato que te mantiene en vilo, un formato -el diario, en buena parte- que permite una lectura fresca y un personaje del que cuesta despedirse al final.

Me ha gustado el espíritu, el tono y el trenzado de los puntos de vista.



jueves, 25 de junio de 2015

The Secret Garden, by Frances Hogdson Burnett

What is that? " she said, pointing out of the window. 
Martha, the young housemaid, who had just risen to her feet, looked and pointed also, "That there?" she said.  
" Yes." 
" That's th' moor," with a good-natured grin. "Does tha'like it?" 
" No," answered Mary. " I hate it." 
" That's because tha'rt not used to it," Martha said, going back to her hearth. " Tha' thinks it's too big an' bare now. But tha' will like it.'


I came across this book when I was searching for legally free books for children. I am sometimes in want of ideas for the bedtime stories I tell my kids, and I thought I could get some from a classical storybook.

However, when I read the first pages I realised that the book was not suitable for my purpose. The story was attractive, though, so I kept on reading. What I found was a powerful, edifying story which was at the same time simple and clever. Readers tend to be bored at descriptions and hungry for action, but in this case the lack of trepidant course of events is not perceived as uninteresting. The pace of things makes the reader develop an interest and pay attention to all the changes that do take place.

Images are surprisingly rich - it is a song to the beauty of small, simple things.
What surprised me most is that the book is full of food for tought and universal themes like connection with nature, active learning, children and limits, and the renounce to selfishness leading to a full and happy life.