lunes, 29 de junio de 2015

El marciano, de Andy Weir

Sí, cada tormenta de arena me obliga a realizar la inevitable limpieza de placas solares, una tradición venerable entre los marcianos campechanos como yo. Me recuerda que crecí en Chicago y que tenía que sacar la nieve a paladas. Le reconozco el mérito a mi padre; nunca afirmó que forjaría mi carácter ni que me enseñaría el valor del trabajo duro.
—Los quitanieves son caros —decía—. Tú eres gratis.


Carambola improbable: un anuncio en YouTube sobre una próxima película de Ridley Scott y una rápida investigación en Internet me van llevando hasta que encuentro un concepto que me termina de atrapar: ciencia ficción.

No confundamos. El marciano no se parece a Star Wars o Star Trek, que están muy bien pero que son fantasía. Me refiero a la ciencia ficción como la explica Arthur C. Clarke en la introducción a Cánticos de la Tierra lejana. Ficción sobre hechos o posibilidades científicamente plausibles.

El género resulta atrayente al que le interese la ciencia y el progreso tecnológico, pero resulta difícil de digerir si la historia no seduce o si el estilo es farragoso.

Bueno, pues aquí tenemos un bombón para el lector curioso: un relato que te mantiene en vilo, un formato -el diario, en buena parte- que permite una lectura fresca y un personaje del que cuesta despedirse al final.

Me ha gustado el espíritu, el tono y el trenzado de los puntos de vista.



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